Del futuro al pasado: 200 años del Museo del Prado, artistas españoles contemporáneos

10 MAY AL 1 SEP 2019

VARIOS ARTISTAS

Esta muestra fue el fruto de una invitación a reflexionar, realizada a 24 artistas españoles contemporáneos, en torno a la pinacoteca del Museo del Prado. Fueron 50 obras que mostraron la capacidad inspiradora del arte antiguo sobre los artistas actuales.

  • 10 MAY AL 1 SEP 2019
  • Pisos 1 y 2

Esta muestra es el fruto de la invitación a reflexionar, realizada a 24 artistas españoles contemporáneos, en torno a la pinacoteca del Museo del Prado. Se trata de 50 obras que muestran la capacidad inspiradora del arte antiguo sobre los artistas actuales.

Del Futuro al pasado se enmarca en la conmemoración del bicentenario del Museo del Prado, ofreciendo al público una oportunidad única de comprobar cómo la pinacoteca ha sido y sigue siendo una fuente de constante inspiración. Es así como, los autores revisitaron trabajos indispensables del Prado, como Las Meninas de Diego Velásquez o Las tres gracias de Rubens que son a la vez obras trascendentales de la historia del arte, mostrando un intenso diálogo entre el arte del pasado y el actual.

Sin lugar a dudas, la contemplación de las obras que se exhibieron en Lo Matta Cultural, nos introdujo en un íntimo diálogo y nos convirtió en oyentes de esta conversación, que nos ofreció una enriquecedora y personal visión del arte. Del mismo modo, la amplia nómina de artistas representados, todos ellos indispensables en el panorama artístico español, junto al variado arco cronológico que recogen sus fechas de nacimiento -ya que abarcan cuatro generaciones-, otorgaron a esta muestra la categoría de acontecimiento.

Los artistas Andreu Alfaro, Eduardo Arroyo, Isabel Baquedano, Miquel Barceló, Carmen Calvo, Naia del Castillo, Eduardo Chillida, Cristina García Rodero, Ramón Gaya, Luis Gordillo, Cristina Iglesias, Carmen Laffón, Eva Lootz, Blanca Muñoz, Ouka Leele, Guillermo Pérez Villalta, Isabel Quintanilla, Albert Ràfols-Casamada, Manuel Rivera, Gerardo Rueda, Antonio Saura, Soledad Sevilla, Susana Solano y Gustavo Torner, con distintos estilos y técnicas, aportaron todo su bagaje para ofrecer al espectador un especial recorrido a través de la historia del arte.

Esta exposición fue fruto de sendas iniciativas de confrontación de artistas contemporáneos y del pasado llevadas a cabo en el Museo del Prado en 1991 y 2007. En ellas, artistas de diferentes generaciones, estilos y técnicas se enfrentaron, con diferente bagaje, al fruto del trabajo de quienes son sus antecesores, pero también sus iguales, sus compañeros a lo largo de los siglos en el viaje del arte.

Artistas:
Andreu Alfaro 
(1929 – 2012) nace en Valencia. De formación autodidacta, comienza a pintar a mediados de los años cincuenta. Después de un viaje a Bruselas en 1958 participa en la creación del grupo Parpalló, defensor del constructivismo, junto al crítico Vicente Aguilera Cerní y varios artistas a los que se une más tarde Eusebio Sempere. Sus primeras obras, entre la escultura y la pintura, toman una apariencia propia del informalismo. Decidido definitivamente por la escultura, se integra en el movimiento de arte normativo, lo que le lleva a un profundo estudio de la tradición constructivista europea, en especial de la vanguardia rusa, a la que se añade la influencia de Oteiza. Su obra, en un principio de apariencia minimal y en la que se impone el aluminio como material dominante, se va complicando paulatinamente en pos de una clara voluntad escenográfica, mostrando un temperamento barroco y una concepción más profunda del espacio. A partir de 1980 empieza a trabajar en mármol y hierro unas obras de resonancias figurativas. Sus obras, expuestas en la Bienal de Venecia del 1966, lograron un eco internacional. En 1980 experimentó con el alambre y el mármol. El mismo año recibió el Premi d’Honor Jaume I y en 1981 el Premio Nacional de Artes Plásticas. En 1991 la diputación de Valencia le concedió el Premio Alfons Roig d’Arts Plástiques. Existen obras de Andreu Alfaro en museos de todo el mundo y en las vías públicas de muchas localidades, particularmente en España.

Elige Las tres Gracias de Rubens, pintura en la que su autor no solo sintetizó su personal alegría de vivir –dando a cada figura los rasgos de sus dos hermosísimas mujeres–, sino que plasmó, a través del desnudo femenino, una pagana acción de gracias por el placer de vivir. El escultor, que comparte la concepción sensualista, material y directa del goce vitalista del pintor flamenco, logra en sus grabados sintetizar la prodigiosa danza de las curvas de las Gracias por medio de líneas y volúmenes puros.

Eduardo Arroyo (1937 – 2018), nace en Madrid. Tras finalizar la carrera de Periodismo (1957), se trasladó a París  huyendo del ambiente asfixiante del franquismo. Dejó atrás una primera etapa de caricaturista con incipientes coqueteos en la pintura, aunque su primera vocación fue escribir, tarea que prosigue toda su vida. Simultaneó la escritura con la pintura, pero ya en 1960 vivía de su labor como pintor. Su actitud crítica ante las dictaduras, tanto las políticas como las artísticas, le empujó a iniciativas controvertidas. Optó por la pintura figurativa en unos años de aplastante dominio de la pintura abstracta en París, y sus primeros temas recordaban a la “España negra” (efigies de Felipe II, toreros, bailarinas) pero en clave cáustica y nada romántica. De un uso matérico del color, Arroyo pasaría a una técnica más propia del pop art, de colorido vivo y pincelada más lisa. Temprano ejemplo de ello es Robinson Crusoe, de 1965 (Lausana, Museo Cantonal de BB. AA.). En 1974, Arroyo fue expulsado de España por el régimen, y recuperaría su pasaporte tras la muerte de Franco, en 1976. Su actividad como escenógrafo arrancó con el cineasta Klaus Grüber, y tuvo uno de sus hitos en 1982, con La vida es sueño de Calderón de la Barca, bajo la dirección de José Luis Gómez. En 1999 montó con Grüber la ópera Tristán e Isolda, de Wagner, en el Festival de Salzburgo. Su despegue crítico en España no fue inmediato y se demoraría hasta principios de los 80; en 1982 se le otorgó el Premio Nacional de Artes Plásticas de España. Ese mismo año, el Pompidou de París le dedica una retrospectiva y en 2000, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte le concedió la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes. Su obra se puede ver en museos de todo el mundo, como el MNCARS de Madrid, la Neue Nationalgalerie de Berlín o el MOMA de Nueva York.

Comenzó a inspirarse en el Museo del Prado cuando este lugar era un “islote de excepción” en el mediocre y represivo Madrid de su juventud. Treinta años después, veinte de los cuales transcurrieron en el exilio, el Prado volvió a inspirarle para realizar los grabados que forman parte de esta exposición. En ellos, el artista mantiene un diálogo vivo con las colecciones del museo, el cual da como fruto obras nuevas, que nacen de la combinación de los pensamientos que las pinturas a las que se enfrenta sugieren al artista, y la recreación de los fragmentos icónicos de esas mismas obras que considera más significativos.

Isabel Baquedano (1936 – 2018) nace en Mendavia. Realiza su formación artística en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, y obtiene en 1957 la plaza de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona. La obra de Baquedano se da a conocer en el panorama artístico madrileño en los años sesenta, cuando presenta en la galería Atril en 1963 sus creaciones realistas que recrean entornos urbanos, en los que, en ocasiones, aparecen figuras envueltas por la soledad que nos recuerdan las pinturas de Edward Hopper. Serán estas vistas de ciudades de gran lirismo y las misteriosas figuras que las habitan los temas que ocuparán la mayoría de su producción en la década de los ochenta y de los noventa, en las que la luz y los estudiados encuadres toman el protagonismo en piezas siempre a caballo entra la realidad y la fantasía y que ponen de manifiesto la soledad del ser humano. En sus últimas obras aparecen los temas sagrados y las mitologías de la pintura antigua, interpretados con su característica poética de la quietud. Su obra está presente en el Museo Centro de Arte Reina Sofía, el Museo de Bellas Artes de Bilbao, el Museo de Navarra, la Fundación Coca-Cola, etc. Entre sus exposiciones colectivas cabe citar Imágenes de la Abstracción, quese llevó a cabo en 1999 en las salas del antiguo MEAC de Madrid.

Se ha fijado en Fra Angelico, a cuya Anunciación del Prado ha despojado de toda prolijidad, quedándose solo con lo esencial: dos siluetas, en el caso de La Anunciación, encuadradas por una reducida escenografía arquitectónica y una simple sugerencia de paisaje; tres figuras, en el caso de Adán y Eva, los avergonzados desnudos de nuestros primeros padres y el ángel que los arroja al mundo. No cabe más retracción formal, pero tampoco más intensidad: cuatro trazos sabios que sirven para enunciar lo que se cree verdadero.

Miquel Barceló (1957) nace en Felanitx, Mallorca. Su formación como artista comienza en 1974 en la Escuela de Artes y Oficios de Palma de Mallorca, estudios que continúa en 1975 en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, y que abandona en 1978. Un viaje a París en 1970 le permite descubrir el art brut, estilo que deja una fuerte impronta en las primeras obras que presenta en público.  A partir de entonces su formación será autodidacta, lee los escritos de Breton y los surrealistas en torno al arte, el Manifiesto Blanco de Lucio Fontana o la Historia Social de la Literatura y el Arte de Arnold Hauser, y en pintura se interesa por la obra de Fontana y Rothko. Un segundo viaje a París le descubre el barroco en el Louvre y el expresionismo abstracto americano en el Musée National d’Art Moderne. En 1983 entra en contacto con el que será su principal marchante, Bruno Bischofberger; ese mismo año viaja a Nueva York y Andy Warhol realiza su retrato, y también visita a Cy Twombly en Roma. En esta década se configura como una de las mayores revelaciones del arte español y desde entonces su obra es incluida en las más prestigiosas muestras internacionales. A partir de la década de los 90 reparte su tiempo entre París, Mallorca y Mali. Sus grandes encargos llegan con el nuevo siglo. Por un lado, es el elegido para cubrir de terracota la capilla del Santísimo de la Catedral de Palma de Mallorca. Por otro, pinta la cúpula en la sala de los Derechos Humanos y de la Alianza de Civilizaciones de la ONU en Ginebra. Ha sido galardonado con numerosos premio y distinciones, entre otros: el Premio Nacional de Artes Plásticas (1986), el Premio Príncipe de Asturias de las Artes (2003), el Premio Sorolla de la Hispanic Society of America (2007), o el Premio Penagos de Dibujo que otorga la Fundación Mapfre (2012). En 2012 es investido Doctor Honoris Causa por la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona y en 2013 es nombrado “Officier de l’Ordre des Arts et des Lettres» por el gobierno francés.

En las colecciones del Museo del Prado no busca ni el prestigio, ni la memoria asépticamente conservada, sino la propia pintura, esa materia viscosa, de brillos aún no completamente apagados, esa materia empolvada que se resiste a convertirse en espíritu. El artista no penetra en el Museo simplemente para adquirir sabiduría, sino para alimentarse. Barceló en sus grabados materializa el espíritu latente de esas obras maestras, compacta la historia y  unifica el destino de la pintura por encima de épocas, estilos, países e individualidades, en cierto sentido, vuelve al gesto antiquísimo y soberano de quien toma la tierra entre sus manos y embadurna una pared.

Carmen Calvo (1950) en Valencia. Tras estudiar Publicidad ingresa en la Escuela de Artes y Oficios de Valencia y después en la de Bellas Artes. A mediados de los años setenta, seducida por la contemplación de las piezas arqueológicas –en un intento de recuperación de la memoria–, da comienzo a una serie de obras que incorporan fragmentos, principalmente cerámicos, con diversidad de propósitos: en unas ocasiones la composición está regida por un afán clasificador que dispone ordenadamente las piezas sobre el lienzo; en otras, estas adoptan líneas figurativas, destacando las de paisajes y los homenajes a pintores célebres. En esta línea surgen las series como Escrituras, Paisajes y Retratos, realizadas a base de una especie de fragmentos de tierra cocida que simulan la pincelada, collage de tizas de colores y más recientemente assemblages de objetos que tienden a convertirse en verdaderas esculturas o instalaciones en las que emplea materiales recuperados y reciclados o bien fabricados y transformados. Estos gestos demuestran su reinterpretación hacia el arte pop y las tendencias tardías que ampliaron el minimalismo. Definida por la fetichización de los objetos, esta artista ha logrado crear a lo largo de los años un universo creativo tan personal que es difícil no reconocer su obra al verla. En 1997 representó a España en la Biennale di Venezia, y su trabajo se encuentra representado en diferentes colecciones nacionales. En 1990 el IVAM le dedica una gran retrospectiva, al igual que haría el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid en el año 2000. Carmen Calvo ha recibido gran número de premios y menciones, entre los que destaca el Premio Nacional de Artes Plásticas en 2013. Desde 2014 es académica de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia.

Toma como interlocutor al Goya de los cartones para tapices y en su reflexión sobre La maja y los embozados llama nuestra atención sobre el juego de miradas de los personajes, en el que ahonda superponiendo a la fotografía en negativo ojos de cristal que representan la mirada sobre la propia mirada. Y es la mirada lo que se esconde en su otra obra, en la que oculta los ojos de los personajes de El albañil herido a los que, sin embargo, observan monstruos de esos que engendra “el sueño de la razón”.

Naia del Castillo (1975) nace en Bilbao. Licenciada en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco, es master por el Chelsea College of Art & Design de Londres. Respecto a su obra se ha destacado el trato del mundo de la mujer desde la metáfora, sin usar elementos combativos propios de otras épocas, resaltando en sus manifestaciones la ambivalencia entre la superioridad de la mujer como seductora y su posición de inferioridad en lo cotidiano. Ha realizado múltiples exposiciones entre las que destacan las llevadas a cabo en el Museo Pablo Serrano de Zaragoza (2003), ARTIUM (Vitoria, 2004), PHotoEspaña y varias intinerantes en Alemania, Estados Unidos y Austria con la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior dentro del ciclo Pasión: Diseño Español (2002). De la obra de Naia del Castillo en museos y otras instituciones, destacan las que se encuentran en el Museo de Bellas Artes de Santander, Maison Européene de la Photographie de París, Museum of Fine Arts de Houston, Academia de España en Roma, el CAC, Málaga; Comunidad de Madrid, Fundación Würth, La Rioja; ARTIUM, Vitoria; Museum of Fine Arts, Houston y las fundaciones bancarias: Fundación Bancaixa, Fundación Caja Madrid y Fundació la Caixa.

Condensa el tríptico de Santa Bárbara, de Robert Campin, en el reflejo de un espejo, emparejando a la santa con una joven de hoy, de tal modo que la convexidad especular sirve para agrandar tanto el espacio como el tiempo. En Eritis Sicut Dei, “Seréis como dioses”, la artista fotografía una medalla grabada con la expulsión del paraíso de la Anunciación, de Fra Angelico, sobre un desnudo busto femenino, oscurecido por una gasa negra transparente en una reflexión sobre el pecado y la redención, el sexo y la culpa.

Eduardo Chillida (1924  – 2002) nace en San Sebastián. Empieza a estudiar arquitectura en 1941, pero pronto lo abandona para dedicarse al dibujo y a la escultura. Marcha a París en 1948 y allí realiza las primeras obras en yeso y terracota, dentro de la tradición clásica. Vuelve a España en 1951, a Hernani, donde se produce el encuentro con el hierro y las tradiciones del País Vasco. Aquí nace la primera obra abstracta, Ilarik (1951), que inaugura una serie de estelas e inicia la investigación sobre los volúmenes y su relación con el espacio. Se suceden a partir de 1956 grandes galardones internacionales, como el Gran Premio de Escultura de la Biennale di Venezia (1958) y el Premio Kandinsky (1961) por Abesti Gogora I, primera obra en madera. Con ella se sitúa conceptualmente en la tradición inaugurada por el escultor Julio González de dibujo en el espacio y desde ahí concede tanta importancia al hueco como a la plenitud de las formas. Al comienzo de los años sesenta viaja a Grecia y la contemplación de las obras clásicas le incita a profundizar en el estudio del efecto de la luz sobre el alabastro, que se materializa en la serie Elogio de la luz, finalizada en 1965. En estos años se produce el contacto con el filósofo Heidegger y el poeta Jorge Guillén y para ambos realiza grabados que ilustran sus obras. Nuevos materiales como el hormigón, el acero y la piedra de granito de la India son objeto de indagación para Chillida, que deja conscientemente hablar a la materia. De ella nace la energía y el movimiento y se manifiesta rotunda en volúmenes de grandes y pequeñas dimensiones. En los años noventa realiza importantes obras que sitúa en espacios abiertos, como Elogio del horizonte, en el Cerro de Santa Catalina (Gijón) o Gure Aitaren Etsea (Guernica), ambas de 1990, concebidas como lugares de habitación y acogida para el hombre, al que, a su vez, ponen en relación con el cosmos. Aparte de la obra repartida en distintos museos del mundo, Chillida Leku (Espacio Chillida) muestra en San Sebastián la obra legada por él mismo, en un lugar en el que se produce la perfecta conjunción entre la obra de arte y la naturaleza. Ha sido merecedor del Gran Premio de las Artes y de las Letras de Francia (1984), Premio Príncipe de Asturias (1987) y es miembro honorario de la Academia de Bellas Artes de San Fernando (1994).

Fue degustador de la buena pintura, a cuya práctica se dedicó en momentos de intimidad personal, quizás para desfogar su habitualmente reprimida pasión por el color, pero, sobre todo, fue un privilegiado observador y experimentador del espacio. Es lógico, por tanto, que al enfrentarse a las obras del Museo del Prado fuera el espacio que habita en los cuadros lo que con mayor fuerza reclamara la atención del escultor. Chillida materializa en sus grabados el espacio pictórico, al que él atribuye la capacidad de dar cuerpo a la composición y de participar de manera activa en la configuración de los objetos.

Ramón Gaya (1910 – 2005) nace en Murcia. Marcha a París en 1928 tras establecer contacto con los miembros de la Generación del 27 en Madrid. Con él van Pedro Flores y Luis Garay, y se integra en la Escuela de París. En 1933 vuelve a Madrid para dedicar su esfuerzo al Museo Ambulante de las Misiones Pedagógicas. Durante la Guerra Civil colabora con el bando republicano e ilustra y escribe en Hora de España. Participa en la Exposición Universal de 1937 en el Pabellón Español de París, causa del exilio de los siguientes años en México, seguido por una estancia en Roma desde 1952 hasta la vuelta a España, por vez primera en 1960 y definitivamente en 1974. Establece su residencia entre Valencia y Madrid. Concentra su actividad artística en la pintura de paisajes y bodegones inspirados en las visiones cotidianas de los distintos lugares en los que transcurre su vida y en las obras de los grandes maestros que le infunden admiración: Velázquez, Van Gogh, Rembrandt, Picasso, Solana, etc, cuya manifestación más clara está en los llamados por él mismo Homenajes. Destacan las reflexiones que realiza sobre al arte en publicaciones de importancia: El sentimiento de la pintura (1960), Velázquez, pájaro solitario (1969), Diario de un pintor 1952-1953 y Sentimiento y sustancia de la pintura (1989), en las que explicita su oposición a las vanguardias y subraya sus admiraciones. El Museo Ramón Gaya se inaugura en Murcia en 1990 y contiene una representación significativa de su obra. En 1985 el Ministerio de Cultura le concede la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes y en 2002 el Premio Velázquez de Artes Plásticas, en su primera edición. En 2003, se le dedica una exposición en el MNCARS de Madrid.

«Entrar en el Prado –ha escrito Ramón Gaya (Murcia, 1910-Valencia, 2005)– es como bajar a una cueva profunda, en donde España esconde una especie de botín de sí misma, defendida de sí misma, la pintura española es real…».  Abrir la gruta y descender a la sustancia húmeda de lo real, a embeberse de la realidad, es lo que hace Gaya por medio de estos grabados que nacen de su profunda admiración al Museo del Prado. El pintor hace suyas las obras de Velázquez, a las que incluye en delicados bodegones, y representa al público en íntima compañía con los cuadros en el interior del propio museo.

Cristina García Rodero (1949) nace en Puertollano. Estudia pintura en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid al tiempo que empieza a interesarse por la fotografía e inicia un proyecto de investigación sobre las fiestas y los ritos de España. Sus intereses se orientan hacia el terreno de la antropología y en especial hacia las tradiciones rituales de los distintos pueblos. Buen ejemplo de esto es la apasionada serie de fotografías en blanco y negro que realiza sobre los rituales colectivos de la isla de Haití, en los que convergen elementos católicos y del vudú africano. En 1983 obtiene el Premio Planeta de Fotografía por el conjunto de su obra y desde ese momento engarza toda una serie de galardones nacionales e internacionales que culminan en la concesión del premio a la mejor trayectoria profesional española en Fotografía en el festival PhotoEspaña 2000. En 1989 su libro España oculta es premiado en los Recontres Internationales de la Photographie de Arlés y la revista Foto Profesional lo declara Mejor Libro del Año. Ha colaborado para prestigiosas revistas y periódicos de todo el mundo, entre ellos El País, Le Monde, Il corriere della sera, Geo, Life Magazine, Frankfurter Allgemeine… En 2001 es seleccionada por el comisario de la 49 Bienal de Venecia, Harald Szeemann, para participar en la exposición Platea dell’umanità. Obtiene numerosos premios, entre ellos: Planeta de Fotografía, 1985; Eugene Smith, 1989; mejor libro del año España oculta, Arles, 1989; Dr. Erich Salomón, 1990; Kodak Fotobuchpreis, 1990; Word Press Photo, 1993; Nacional de Fotografía del Ministerio de Cultura, 1996; Godó de Fotoperiodismo, Bartolomé Ros y PHE en 2000 y Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid, 2006, y Fotógrafo del Año por Foto Profesional en cuatro ocasiones. Es Medalla de Oro del Mérito a las Bellas Artes del Ministerio de Cultura y Deporte de Madrid, 2005, y fotógrafa nominada de la Agencia Mágnum, 2005. En 2013 es nombrada Académica de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Ha fotografiado en el Prado la Ofrenda a Flora, de Juan Van der Hamen, y una reflectografía de la Sagrada Familia, llamada «La perla», de Rafael. Entre estas imágenes y nosotros se interponen los rostros, de frente uno y de perfil el otro, de dos visitantes del museo que se integran en los cuadros que les hacen de fondo. Con este súbito encuentro entre el arte y el documento, la fotógrafa nos emplaza a ir, no más allá de lo que vemos, sino más adentro de lo que somos.

Luis Gordillo (1934) nace en Sevilla. Licenciado en Derecho en 1956 y, después de asistir dos años a la Escuela de Bellas Artes de Sevilla en 1958, se traslada a París. Allí pinta sus primeras obras, pertenecientes al informalismo, influido por artistas como Dubuffet, Fautrier y Wols. Pronto descubre el arte pop y la figuración y comienza las series «Cabezas» y «Automovilistas», que se caracterizan por la utilización de las imágenes de los medios de comunicación, destrucción y construcción de las figuras, técnicas de seriación y repetición, así como una actitud crítica frente a la sociedad de consumo. En 1967 forma parte del grupo promovido por Juan Antonio Aguirre llamado Nueva figuración. En 1969 atraviesa una crisis que le lleva a abandonar la pintura y comienza la serie de dibujos automáticos en los que combina la inmediatez del gesto de su mano con un análisis de los elementos anclados en el inconsciente. Estos dibujos ejercerán una notable influencia en jóvenes artistas como Carlos Alcolea y Carlos Franco. Un cromatismo potente y provocador se mezcla con fragmentos de comics y collage realizados con dibujos. Su obra alcanza a partir de los años ochenta una menor reminiscencia figurativa y una mayor complejidad simbólica. Entre su larga trayectoria, se podría destacar una de sus últimas exposiciones, Luis Gordillo 1965/2006, organizada en el Museo de Arte de Zapotán en México y por el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla, y la retrospectiva de su obra pictórica y fotográfica que le dedicó en 2007 el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en Madrid. Ha recibido numerosos premios y distinciones: en 1981 recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas, en 1996 la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes del Ministerio de Cultura, en 2004 la Medalla de oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid, y en 2007 el Premio Velázquez de Artes Plásticas. En 2008 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Castilla-La Mancha en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca, y en 2012 fue nombrado Hijo Predilecto de Andalucía.

Se construye a través de su pintura, diluyendo y reafirmando a través de ella su identidad personal. Para él, ser y vivir se implican de forma tan intensa y dramática que no debe extrañarnos que, quien practica y padece esta concepción del arte, mire el museo como una colección de vidas o momentos de la vida disecados. Gordillo se acerca a las obras del Museo del Prado como si fueran trozos de vida conservados artificialmente, pero, que, a diferencia de los seres embalsamados, dan la impresión de seguir viviendo y de poder ponerse a conversar tranquilamente con el sorprendido visitante del museo.

Cristina Iglesias (1956) nace en San Sebastián. Estudia en la Chelsea School of Art de Londres y regresa a España con una marcada voluntad europea. Pronto su obra es reconocida a nivel nacional como internacional. En España es seleccionada en exposiciones como La imagen del animal (1983), que la da a conocer y 1981-1986: pintores y escultores españoles de la Fundación «la Caixa». Desde sus primeras esculturas se aprecia un especial interés por el contraste de texturas y materiales y por la relación que estos establecen con el espacio. Utiliza materiales como hierro, zinc, cemento, cristal, fotografía de paisajes o imágenes serigrafiadas. Todo ello le lleva a potenciar el aspecto espacial, arquitectónico y escenográfico de sus piezas. Su trabajo es una de las propuestas españolas que mejor define el arte posmoderno y que demuestra el desarrollo de una estudiada carrera artística. En 1984 presentó sus dos primeras exposiciones individuales, en Setúbal y en la Galería Cómicos de Lisboa. Dos años más tarde fue una de las artistas elegidas para representar a España en la XLII edición de la Bienal de Venecia, y en 1987 participó en la Exposición del CAPC-Museo de Arte Contemporáneo de Burdeos. A partir de esta fecha su obra empieza a ser reconocida y expondrá regularmente en museos y galerías de Europa y América del Norte. La década de 1990 supuso su consagración internacional. Sus obras pudieron verse en la Kunsthalle de Berna (Suiza) (1991), en la galería de la Universidad de York, en Toronto (Canadá), en la Exposición Universal de Sevilla (1992), en el pabellón español de la Bienal de Venecia, en Arteleku (San Sebastián) (1993), en el Henry Moore Institute, en Leeds (Reino Unido) y en el Carnegie Institute, en Pittsburgh (Estados Unidos) (1995). El Museo Guggenheim de Nueva York, por su parte, le dedicó una muestra (1997), que posteriormente llevaría al Guggenheim de Bilbao (1998), el Palacio de Velázquez de Madrid (1999) y Chicago (2000). Esta actividad expositiva, que la artista alternaba con la cátedra de escultura en la Akademie der Bildenden Künste de Munich (1995-2000), tuvo su brillante colofón en 1999, año en que le fue otorgado el Premio Nacional de Artes Plásticas. En 2007 realiza el cargo de las puertas de la ampliación de Rafael Moneo del Museo del Prado. Ha representado a España en la Exposición Universal de Hannover (2000), en la Bienal de Taipei (2002) y en la Bienal de Santa Fe (2006). En 2015 recibe la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes  del Ministerio de Cultura.

Ha elegido a Velázquez como interlocutor, en concreto sus vistas de la Villa Médicis, cuya radiante apertura ella se ha encargado de ‘encelar’, un término que significa no solo llamar la atención de alguien o de algo, sino hacerlo mediante su parcial ocultación. Reconstruye la obra velazqueña situando sobre un tapiz una celosía de esparto, generando un vacío intermedio por el que nos asomamos: abre el interior y cierra el exterior y, a la vez, logra abrir lo cerrado del arte y aligerar artísticamente el peso del pasado.

Carmen Laffón (1934) nace en Sevilla. Se inicia en el campo de la pintura de la mano del maestro sevillano Manuel González Santos, comenzando sus estudios académicos en 1949 en la Escuela de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría de Sevilla y termina sus estudios en 1955, en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Entre los años 1960 y 1962 vive en Madrid, iniciando su colaboración con la Galería Juana Mordó, para más tarde vincularse y contribuir a la formación de la Galería Pasarela de Sevilla, en 1965. En 1975 se incorpora como profesora de dibujo en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, cargo que abandona en 1981. Su obra realizada en óleo, carboncillo y pastel gira en torno a temas cotidianos que la autora aborda con una visión intimista, gracias al empleo de una atmósfera poética que difumina los contornos. Así, nos encontramos con visiones de la infancia y la maternidad, numerosos bodegones de objetos simples, los paisajes que ocupan una gran parte de su producción artística y, por último, cabe citar sus retratos. Trabaja con una paleta de tonos suaves que desde finales de la década de los ochenta se vuelve más vital y enérgica, a la vez que concede un mayor valor a la pincelada. En 1982 le fue otorgado el Nacional de Artes Plásticas y diez años después, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía presenta una retrospectiva de su obra, siendo nombrada Académica en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, de cuyo puesto toma posesión en el año 2000.

Dialoga aquí con su paisano Murillo recuperando de forma aislada dos fragmentos de El sueño del patricio Juan. Por un lado, el cestillo de labor, dejado como al desgaire sobre el suelo, junto al umbrío rincón de la derecha de la estancia y, por otro, el libro y el chal que reposan sobre la mesa, en el extremo opuesto. Con ello recrea dos exquisitos bodegones, pero sin perder el encanto del contrapeso de la composición ahora invisible en la que hasta las cosas se dejan caer, como adormecidas.

Eva Lootz (1940) nace en Viena. Estudia filosofía, música y ciencias del teatro en la facultad de Filosofía y en la Escuela de Cinematografía y Televisión de Viena. Desde 1965 establece su residencia en España. Junto a Schlosser, Navarro Baldeweg y Patricio Bulnes crea la revista experimental Humo. En su obra, generalmente instalaciones, reflexiona sobre la intervención humana en la naturaleza. Con una diversidad de materiales extraídos de la naturaleza, como el mercurio, el carbón, la arena o la madera, construye un discurso en torno a la memoria, al tiempo y a los problemas esenciales del hombre. Siempre atenta a detectar huellas poco visibles, en 1987 expone en la sala Montcada de Barcelona Noche, decían. En 1981 realiza el cortometraje Oeste para el programa Trazos que dirige Paloma Chamorro en TVE. A partir de A Farewell to Isaac Newton en la South London Gallery, Londres 1994, se deja sentir la preocupación acerca de la progresiva saturación de imágenes del entorno que equivale a su irrelevancia y la devaluación de lo palpable a través de la creciente presencia del ordenador en todos los ámbitos de la vida, a la vez que se intensifica el interés por el psicoanálisis y lo específico de la subjetividad femenina. En 1994 recibe el Premio Nacional de Bellas Artes. A partir de La madre se agita de 1997, empieza a incorporar el sonido en algunas de sus instalaciones, y comienza a retomar la actividad cinematográfica a través de la realización de videos. Finalmente hay que destacar en su obra la importancia del dibujo, donde a la manera de cuadernos de apuntes se han reflejado sus inquietudes, y un libro de escritos: Lo visible es un metal inestable (Árdora Ediciones 2007).

Para su diálogo con el Prado se ha servido de un par de imágenes fotográficas de impresión digitalizada que representan una pareja de aves de corral. Las imágenes, plenas de color, recuerdan vivamente los bodegones de caza y de cocina del barroco pero, además, al sobreimpresionar sobre ellas de manera sutil la denominación de la cepa del virus de la gripe aviar, H5NI la artista nos hace pensar en lo que el hombre está haciendo con la naturaleza y las consecuencias que esto puede traer consigo.

Blanca Muñoz (1963) nace en Madrid. Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, en 1989 recibe la beca de la Calcografía Nacional y en 1990 la Beca de la Academia de España, ambas en Roma, para finalmente obtener en 1992 la Beca de la Dirección de Relaciones Exteriores de México. Estas ayudas, junto con la invitación en el verano de 1997 del Instituto de Astrofísica de Canarias y el periodo que pasa en Londres, entre 1997 y 1999, trabajando con técnicas de estampación digital, son esenciales en su formación. Su obra tiene como impulso principal la necesidad de construir una imagen del espacio físico, en relación con el universo en su conjunto, y de la resonancia que ambos producen en nuestro interior. Sus esculturas de formato reducido son leves en su fisicalidad, y en ellas entran en juego la luz, el espacio y el tiempo. Trabaja con hilos de acero y acero inoxidable y muestra interés por formas etéreas derivadas de conceptos astronómicos, a modo de dibujos estelares en tres dimensiones, que derivan en cuerpos dinámicos y sencillas estructuras metálicas de apariencia fría y formas vibrantes. Su trabajo en obra gráfica ha recibido todo tipo de reconocimientos; el más destacado es la concesión del Premio Nacional de Grabado de 1999 y en escultura ha sido galardonada con el Primer Premio de Escultura Bancaixa, Valencia (2000) y el Primer Premio Bienal de Escultura Riofisa (2001). Ha realizado exposiciones individuales en las galerías madrileñas María Martín (1997-2000), La Caja Negra (2001) y Galería Marlborough (2002), y en la galería Baukunst (2001) de Colonia. Ha participado en colectivas como: Año 1000-año 2000 Dos milenios en la Historia de España, en el Centro Cultural de la Villa, Madrid (2000) y Plural. El arte español ante el siglo XXI, El Senado, Madrid. En 2010 realiza, por encargo de la Joyería Grassy, una colección de joyas que expone en la sede madrileña de Alcalá. En 2012 realiza la muestra Superficial en la galería Marlborough de Madrid y en 2013 una retrospectiva a toda su trayectoria, Circunnavegación 1990-2013, en la sala Alcalá 31 de Madrid. Su obra está representada en: Calcografía Nacional, Biblioteca Nacional, Banco de España y Museo Reina Sofía en Madrid y en el Museo Español del Grabado Contemporáneo de Marbella, Málaga; Museo de Bellas Artes de Álava y Museo Würth, Alemania.

Se ha fijado en las gorgueras, tan presentes en los retratos del Museo del Prado y que constituían un llamativo reclamo de luminosidad en medio del severo traje negro y servían como separación entre la espiritual testa y el resto más ‘animalizado’ del cuerpo. Gorguera I es de una estriación emplumada, cada una de cuyas lengüetas forman un collar sobre el que vibra un haz de radios metálicos parabólicos. Gorguera II, por su parte, es una rosquilla de bucles, cuyo perfil reticular, como de diminutas hojas entrecruzadas, burla las leyes de la perspectiva.

Ouka Leele (1957) nace en Madrid. Asociada a la llamada Movida Madrileña, presenta individualmente en 1979 sus primeras fotografías en blanco y negro pintadas con acuarela en la Galería Spectrum-Cannon de Barcelona. Ouka Leele considera la fotografía un ojo instantáneo, y que la realidad está construida a base de luz. La fotografía es una mirada que hay que ir construyendo, que roba la luz de la realidad, de ahí sus imágenes de una claridad nítida y de intensos colores. Desde estos presupuestos esenciales, sus fotografías, rigurosamente compuestas, son intimistas, evocadoras, y reflejan lo más escondido e imperceptible. En los retratos enfocados desde una perspectiva serena, ensoñadora, y femenina, los personajes aparecen rodeados de objetos que potencian una lectura surrealista y onírica. Utiliza el color sobre el blanco y negro, propiciando contrastes pictoricistas de efecto táctil, donde casi siempre está presente la naturaleza en su levedad y armonía. Entre sus exposiciones individuales destacan las realizadas en la Galería Moriarty de Madrid, Museo de Bellas Artes de Málaga (1984), Sala Nicanor Piñole, Gijón (1988), Fundación Cartier, París (1988), y Galería Masha Prieto, Madrid (1996). También ha realizado actividades de ilustración: en 1996 ilustró el libro de Concha García Campoy La doble mirada y en 2002 preparó una serie de dibujos y serigrafías para el Cantar de los cantares del Rey Salomón. En Ceutí (Murcia) ha realizado un mural al aire libre de casi 300 metros cuadrados denominado por la propia artista “mi jardín metafísico”, su única obra de tales características. El director de cine Rafael Gordon ha realizado la película La mirada de Ouka Leele. Entre los premios recibidos cabe destacar: Premio Ícaro de Artes Plásticas, concedido por Diario 16, 1983; Ayuda para Artistas Jóvenes del Ministerio de Cultura, 1982; Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid, 2003 (categoría fotografía); Premio Nacional de Fotografía, 2005; Premio Piedad Isla de la Diputación Provincial de Palencia, 2012; Premio QUEARTE (Pasarela Viana), 2012.

Mezcla la danza, el teatro, la música, la pintura y la fotografía, con la intención de romper, no ya los géneros, sino la separación entre la ficción del arte y la realidad. Frente a Las meninas, de Velázquez, y El juicio de Paris, de Rubens, la artista anima el cuadro dando vida a una de las figuras pintadas, por medio de una bailarina cuya acción replica con su movimiento el grávido estatismo de su modelo y lo interpreta adornando su cuerpo desnudo con un fetiche significativo: el miriñaque o una interminable melena.

Guillermo Pérez Villalta (1945) nace en Tarifa. En 1958 se traslada a Madrid con su familia y en  1966 comienza a estudiar arquitectura, carrera que deja inconclusa pero que marcará su pintura de forma decisiva. Sus primeras obras remiten al constructivismo, vía que abandona al entrar en contacto con el círculo de artistas de la galería Amadís, núcleo de la llamada figuración madrileña de los 70 a la que él mismo contribuye con un cuadro emblemático: Grupo de personas en un atrio o alegoría del arte y la vida o del presente y el futuro (1975-76). En 1974 estudia el arte neoclásico en sendos viajes a París y Londres y en 1975 un viaje a Italia intensifica su interés por el clasicismo y la mitología. En 1980 Margit Rowell le selecciona para participar en la importante muestra New images from Spain, en el Guggenheim de Nueva York. Tras su pintura se esconde una meditada estructura geométrica y un complejo aparato conceptual en el que confluyen referencias a la historia del arte, las religiones, la mitología y a su propia vida. Ha realizado diseños para muebles y joyas, escenografías y proyectos decorativos como el de la cúpula del pabellón de Andalucía en la Expo 92 o el de la Cámara de Comercio del campo de Gibraltar. También es autor de numerosos textos teóricos en los que desarrolla su interés por cuestiones como el ornamento, la influencia de la vanguardia en la cultura popular, el dibujo como instrumento de conocimiento… Obtiene el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1985 y el Premio Andalucía de Artes Plásticas en 1994. Su obra está presente en colecciones como: Museo Reina Sofía de Madrid, Museo de Bellas Artes de Bilbao, Fundación Juan March de Palma de Mallorca, Fundación Suñol de Barcelona, Patio Herreriano de Valladolid.

Elige a Velázquez como interlocutor a la hora de dialogar con el arte del pasado y lo hace, no solo por considerarlo una de las cimas del arte de la pintura, sino porque, a su entender, el pintor sevillano ha sido quien más intensamente ha fondeado en la verdad de la pintura como consciente engaño capaz de iluminar o transparentar la verdad de lo real. Villalta, que ha definido el arte como “la proyección plástica del pensamiento humano”, y que cree que el fin del arte o es la sabiduría o no es nada, reflexiona en sus grabados sobre Velázquez, paradigma de haber alcanzado y expresado la sabiduría gracias al arte.

Isabel Quintanilla (1934 – 2017). Entre 1954 y 1959 realiza sus estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, después de haber estado dibujando modelos de esculturas clásicas y copiando viejos maestros en el Museo de Reproducciones Artísticas junto a María Moreno. Durante los años de estudio conoce a su marido, el escultor Francisco López, iniciando una fructífera relación personal y artística de recíproca influencia. De 1960 a 1964 reside en Italia, regresando a Madrid en 1966, donde expone individualmente por primera vez. En 1970 presenta su obra en Alemania iniciando su andadura internacional, lo que hace que su obra esté dispersa en diferentes colecciones europeas. Su obra se ciñe al realismo desde las cualidades extremas de la luz, siendo así que lo representado, su entorno próximo, adquiera cualidades de atemporalidad. Ha participado en importantes exposiciones como la Bienal de Jeunesse, Centre National d´Art Contemporain de París, 1971; Arte español en el Congreso, Congreso de los Diputados, Madrid, 1984; Representation abroad, Hirshhorn Museum and Sculture Garden, Washington D.C, 1985; Naturalezas Españolas, MNCARS, 1987; Arte Spagnola della Realtá, Galleria Civica di Palazzo Loffredo, Potenza, 2007. Su obra se ha mostrado también en: Academia de España, Roma; Frankforter Kunstkabinett; Kunstverein und Kunsthaus, Hamburgo; Martin Gropius-Bau, Berlín; MEAC, Madrid; Museo de Bellas Artes de la Coruña; Museo Municipal de Madrid; Städtische Kunsthalle en Recklinghausen, Baden-Baden y Mannheim. En 1977 es seleccionada en la Documenta 6 de Kassel. Su obra está representada en museos y colecciones como: Banco de España; Hamburger Kunsthalle; Hirshhorn Museum and Sculpture Garden, Washington D.C; Museo Municipal de Madrid; Museum Athenaeum, Helsinki; Nationalgalerie, Berlín; Staatsgalerie, Stuttgart; The Baltimore Museum of Art.

Se inspira en Velázquez en La menina, en la que a una niña, con el rostro de una nieta de la artista, pero trasunto contemporáneo de la infanta Margarita –que aparece aislada de todo oropel y compañía– se le ofrece un vulgar vaso de vidrio. Tanto en esta obra como en Bodegón, que está inspirado en los bodegones del Prado y muestra una clara filiación zurbaranesca, la artista recoge la sencillez y complejidad de dos trozos de vida, de dos trozos de tiempo, un mismo memento de la vida que transcurre.

Albert Ràfols-Casamada (1923 – 2009) nace en Barcelona. Hijo del pintor Albert Ráfols i Cullerés, realiza con él los primeros dibujos y poemas en el período de la Guerra Civil. Empieza la carrera de Arquitectura en 1941, pero se inicia en los estudios de pintura en 1945. Estudia en la Academia Tárrega y allí conoce a la pintora María Girona, su futura mujer. En 1946 constituye el grupo Els Vuit, junto a otros pintores, escultores, músicos y poetas catalanes y, en 1948, tras abandonar definitivamente la arquitectura, participa en la fundación del Salón de Octubre y expone en él en distintas ediciones. También forma parte del Cercle Maillol, gracias a lo cual obtiene una beca para el Colegio Español de París en 1950, estancia que repite en 1953-54 y le permite profundizar en los grandes maestros del postimpresionismo y las vanguardias. La pintura de estos años es de tendencia figurativa influida por el cubismo, pero a partir de 1956 se decanta por la abstracción, a la que se adscribe claramente en 1959 – 60, aunque nunca llega a desvincularse totalmente de lo objetivo. Sin embargo, puede decirse que su lenguaje es estrictamente pictórico, siendo lo importante, según sus palabras, el color, la mancha, la pincelada, o el trazo, que sean ellos los que hablen (Sobre pintura, 1985). Concede gran importancia a lo estructural, al equilibrio y al color luminoso, cuyo referente es Rothko, que sutilmente prevalece sobre lo demás en una búsqueda de lo esencial con un planteamiento lírico. A mediados de los sesenta es notable la influencia del neodadá y el nuevo realismo, al proceder a incorporar en su obra objetos y fotografías (Crónica familiar, 1965). En los años setenta se centra en lo estrictamente pictórico: líneas, masas de color y transparencias ordenadas según criterio arquitectónico mediante el carboncillo, que pueden sugerir imágenes pero que son, en esencia, pintura. Hace compatible todo esto con la actividad docente en Barcelona en la Escuela Eina, fundada por él mismo y que dirige hasta 1990. Asimismo reflexiona en profundidad sobre la teoría del arte y de la pintura en diversos escritos. Su labor se ve galardonada con el Premio Nacional de Artes Plásticas del Ministerio de Cultura (1981) y con el nombramiento de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras por el gobierno francés en 1985.

Contempla los paisajes de la Villa Medici de Velázquez como la supeditación de lo anecdótico al aire pintable, o, si se quiere, la anécdota, lo narrativo, barrido por el aire, transformado en una pura incidencia pictórica. Lo que ve Ràfols en los paisajes del Prado, y lo que plasma en sus propios cuadros, es un orden capaz de armonizar espacio y tiempo, forma y luz. Tal vez sea esta la causa por la que, cuando contemplamos sus obras, nos parece sentir la fragancia de una atmósfera a la vez que las notas vibrantes -la musicalidad- del parpadeo luminoso, la expansión inquieta de la luz.

Manuel Rivera (1927 – 1995) nace en Granada. Estudia en la Escuela de Artes y Oficios de Granada desde 1941 y en la de Bellas Artes de Sevilla, de la que llega a ser profesor de dibujo en 1951. Ese año establece su residencia en Madrid y comienza a interesarse por la abstracción, lo que se acrecienta en años sucesivos. Participa en el Congreso de Arte Abstracto de Santander en 1953 y viaja a París en 1955, donde se acerca al informalismo. Ya en España funda en 1957 el grupo El Paso y firma el manifiesto junto con Saura, Feito, Millares y otros. A los pocos meses de la creación del grupo lo abandona y desarrolla una obra muy personal en la que prescinde de soportes y materiales tradicionales como el lienzo y el óleo. Utiliza como elemento esencial la tela metálica, además de alambre y hierro, que tensa en bastidores de madera que aumentan de grosor a partir de 1958. Con ello profundiza en el estudio del espacio y los efectos de luz y color a través de las mallas metálicas, por lo que se ha puesto en relación su obra con el op art y el arte cinético. En la trayectoria pictórica de Rivera se observa el paso de un cromatismo basado en los no colores a un mayor colorido a partir de 1961. Son importantes las series Las metamorfosis (1958-h.1963) y Los espejos, a partir de 1974, de tendencia más constructivista. Participa desde 1947 en exposiciones nacionales e internacionales de gran relevancia en el panorama artístico, como la Primera Bienal Hispanoamericana de Arte (Madrid, 1953), la II Bienal de Alejandría (1957), II Bienal de Sao Paulo (1958) y la XXX Bienal de Venecia (1959), entre otras muchas. En 1981 se le concede la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes y en 1984 ingresa como miembro de número en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Junto a sus compañeros de El Paso, en los primeros años de este grupo vanguardista, volvió su mirada al Museo del Prado, buscando no el prestigio, sino las señas de identidad, la estética y la ética de lo esencial de la sensibilidad artística española. Rivera supo ciertamente encontrar la clave de esa paleta española radical de blancos y negros en pintores como Zurbarán y Goya, en especial en este último, a quien realiza un sentido homenaje en estos grabados, por medio de la traslación bidimensional de sus características telas metálicas de extraordinaria sutileza.

Gerardo Rueda (1926 – 1996) nace en Madrid. Estudia Derecho y compagina esta actividad en los años cuarenta con las primeras pinturas, de formación autodidacta, influido por la ordenación y composición del cubismo. Hacia 1955 se decanta por un estilo más personal en el contexto de la abstracción y cercano al constructivismo, que evoluciona hacia la monocromía y que incorpora paulatinamente el volumen. Sus paisajes de esta época hacen referencia a la obra de Villon y al lirismo de Paul Klee. Participa, a partir de 1963, con Gustavo Torner y Zóbel en el proyecto del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, que decide fundar Zóbel para albergar su colección privada. Los tres son denominados por algunos como el Grupo de Cuenca y les une un sentido de perfección estética. Rueda colabora especialmente en el diseño de los espacios expositivos. Asimismo desarrolla esta actividad posteriormente en la Sala de Exposiciones de la Torre del Merino en Santillana del Mar (1971) y en la remodelación de las salas del Museo de Santa Cruz de Toledo (1987). En cuanto a su pintura, inicia los años sesenta con el predomino del gris (Athos, 1961) y desde 1965 concede mayor importancia al relieve, de tal manera que adquiere entidad por sí mismo e incorpora, mediante la técnica del collage, cajas de cerillas, maderas y marcos que actúan como elementos compositivos, como se ve en In Memoriam a MS (1965). Cercano al minimalismo y al movimiento Zero, paulatinamente va mostrando preferencia por los blancos, como en los Homenajes a Zurbarán. Tras esta etapa el relieve adquiere tal autonomía que se convierte en escultura, a la que se unen objetos encontrados. Otras actividades artísticas de importancia en su trayectoria son el grabado y los diseños para las vidrieras de la catedral de Cuenca, que realizan artistas del entorno conquense. En 1995 es nombrado Académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Su obra se encuentra representada en los siguientes museos, entre otros: IVAM, Valencia; Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, (MNCARS), Madrid; Museo de Arte Abstracto Español, Cuenca; Colección de Arte Contemporáneo, Madrid; Fundación Juan March, Madrid; The British Museum, Londres; Musée d’Art Moderne, París; Fine Arts Museum of San Francisco, EE.UU; Museo Tamayo Arte Contemporáneo, INBA, México; Museo Nacional de Bellas Artes, Río de Janeiro, Brasil, entre otros.

En el Museo del Prado, posa su mirada en artistas que, como Mantegna, Fra Angéelico, Bellini, Van der Weyden, Rafael o Zurbarán, no sacrifican en sus obras la regla a la emoción. Al igual que ellos, regula la emoción sin prescindir del sentimiento, esforzándose por transformarlo en una obra de arte que huye de lo obvio, lo enfático y lo superficial. Basándose en fragmentos pictóricos de inexplicable belleza, construye sus grabados sobre extrañas diagonales, que ponen espacios en pie, a la vez que desatan luces y tormentas, y crea geometrías atmosféricas de elegante y discreta belleza y profunda emotividad.

Antonio Saura (1930 – 1998) nace en Huesca. Comienza a pintar y a escribir de forma autodidacta durante una larga enfermedad juvenil. En estos años reside entre Madrid y Cuenca. Atraído inicialmente por el surrealismo, tras su primer viaje a París en 1953, se aleja de él seducido por el informalismo que tiene ocasión de conocer allí. En 1957 funda en Madrid el grupo El Paso junto a artistas como Feito, Millares o Rivera, que propugnan dentro de una actitud plenamente vanguardista un lenguaje gestual e informalista. Con la Serie castellana que empieza en 1954 dentro de la estética informal, se inicia una trayectoria en la que es constante la violencia gestual, la tensión y un afán destructivo y convulsivo de la figura. Desde los años sesenta este estilo se revierte en temas que van desde sus retratos de reyes pintados por Velázquez, los de Dora Maar de Picasso y de Brigitte Bardot hasta las crucifixiones. Con una paleta cromática restringida, hasta los años ochenta, al negro, marrón y blanco, las figuras quedan masacradas y distorsionadas en un absoluto desprecio por las normas de la representación tradicional. En 1981 es nombrado Chevalier de l’Ordre des Arts et des Lettres (Francia), en 1982 recibe del rey Juan Carlos la Medalla de Oro de las Bellas Artes y en 1997 es nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Castilla-La Mancha. En la actualidad, la Fundación Archives Antonio Saura, creada por las herederas del pintor y su albacea, y con sede en Ginebra, custodia, estudia y divulga la obra del artista. Tiene, además, su propio sello editorial, bajo el que periódicamente se publican títulos sobre la obra de Saura.

Busca y halla en el Museo del Prado a sus ancestros monstruosos, no para regodearse, sino para afrontarlos enfrentándose a ellos. Recrea la obra de Velázquez o Goya por medio del gesto automático, puro cuerpo donde se encarna el deseo de cumplir el destino último de toda representación pictórica, la escritura de la carne. Sus grabados son el resultado del compulsivo accionar de quien traza una red para atrapar y dejar a buen recaudo la carne, aunque en este caso se trate de carne pintada. Esto es lo que hace de su arte una caza furtiva y peligrosa, una visión intolerable.

Soledad Sevilla (1944) nace en Valencia. Estudia en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona y continúa su formación en Madrid en el Centro de Cálculo de la Universidad Complutense. Tras una primera etapa figurativa y después otra dentro del informalismo, su obra se enmarca dentro del rigor geométrico y el constructivismo. En 1981, coincidiendo con su estancia en la Universidad de Harvard, comienza a pintar una serie de obras basadas en formas geométricas que se van repitiendo y superponiendo, con un espacio definido únicamente por la vibración lumínica que consigue sugerir la profundidad de plano. Lentamente su obra se va alejando de la rigidez del constructivismo en series sobre la pintura de Velázquez, sobre la Alhambra o el capote del torero. En 1993 recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas, en 1997 el Premio Alfons Roig de la Comunidad Valenciana, y en 2007 la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.  Su obra está representada entre otros en los siguientes museos y colecciones: ARTIUM, Vitoria; Banco de España; Fundació “la Caixa”, Barcelona; Fundación Argentaria; Colección Fundesco, Madrid; Fundación Juan March, Madrid; IVAM, Valencia; Malmö Konsthall, (Suecia); MNCARS, Madrid; Museo de Bellas Artes de Álava, Vitoria; Museo de Bellas Artes de Bilbao; Museo Marugame, Hirai (Japón) y Patrimonio Nacional.

Elige la obra Hipomenes y Atalanta, de Guido Reni, que pone en paralelo a una fotografía que capta un instante de una verónica en la que la postura del torero corresponde a la de Hipomenes en el cuadro. Pero el paralelismo no es solo formal, existe una similitud conceptual entre Hipomenes, que utiliza el engaño y unas manzanas de oro para ganar a la veloz Atalanta la carrera en la que está en juego su vida, y el torero, que utiliza el capote y su destreza para vencer la fuerza del toro y engañar a la muerte.

Susana Solano (1956) nace en Barcelona. Llega a la escultura tardíamente después de haber comenzado su trayectoria dentro del campo de la pintura. Realiza sus primeras obras a principios de la década de los ochenta con una acusada influencia de Brancusi. Entre 1984 y 1985 crea la serie Colinas huecas, en hierro y en plomo, en las que experimenta con técnicas de forjado industrial con un método semiartesanal. Posteriormente sus esculturas crecen en dimensión y presencia, bien estructuras formales cerradas y recintos arquitectónicos, o bien jaulas abiertas que remiten al minimal y cuya ejecución se hace más industrial con el paso de los años. Desde finales de los años ochenta se acentúa más el enfoque constructivo en la mayor parte de su trabajo. Este interés se une al interés por la sugerencia, las sensaciones y recuerdos a los que sus instalaciones remiten, convirtiendo las piezas en estructuras ordenadas y dinámicas, geométricas y vibrantes a un mismo tiempo. Ha sido premiada con el Premio Nacional de Artes Plásticas de España en 1988; el Premio CEOE a las Artes, 1996. Seleccionada para la Documenta de Kassel, en 1987 y 1992; ha participado en la XIX Bienal Internacional de Sao Paulo, 1987; en el Carnegie Internacional de Pittsburg, 1988; y en la Bienal de Venecia, en 1988 (junto a Jorge de Oteiza) y 1993.

Descompone las obras del Museo del Prado en sus elementos esenciales: la forma, el color, la composición, y crea nítidas superficies, de afilados perfiles y compactos timbres cromáticos. Esta vibrante armonía de formas y colores desplegándose en el espacio, con un no sé qué de plantas acuáticas flotantes, nos remite a la quintaesencia de una sabiduría en el manejo del espacio amasada durante siglos por antiguos maestros que, como Susana Solano, han puesto sucesivamente todo su empeño en ahondar el plano y en aplanar lo profundo.

Gustavo Torner (1925) nace en Cuenca. Trabaja como Ingeniero Técnico Forestal hasta 1965, año en el que decide dedicarse plenamente a la pintura. De formación autodidacta, en 1941 realiza láminas de botánica para Flora Forestal de España, donde ya muestra sus extraordinarias dotes como dibujante. Después de vivir unos años en Teruel se traslada a Cuenca en 1951. En 1956 conoce al pintor Fernando Zóbel, al que desde entonces le unirá una profunda amistad. Entre 1963 y 1966, junto al también pintor Gerardo Rueda, colabora en la formación e instalación del Museo de Arte Abstracto Español creado por Zóbel. Una especial sensibilidad hacia la naturaleza aparece en una serie de fotografías de fragmentos de cortezas de árbol, rocas, musgos, hojas, etc., que realiza en 1955. Desde estos años su obra se adentra en la abstracción con una serie de paisajes de texturas densas que hacia 1958 se convierten en composiciones divididas horizontalmente en dos partes, en las que juega con diferentes texturas y materiales, llenas de evocaciones al paisaje y a la naturaleza conquense. Difícil de encasillar en una sola disciplina, Torner también trabaja la escultura monumental, que realiza generalmente por encargo y para lugares concretos. Con el paso de los años su pintura evoluciona hacia una abstracción constructivista. Su actividad como pintor y escultor la compagina con la realización de escenografías y figurines de teatro y ópera, el diseño de exposiciones para la Fundación Juan March y la reestructuración de las nuevas salas del Museo del Prado y el Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En Cuenca colabora en 1977 con el equipo que prepara el Plan General de Urbanismo de la ciudad y participa en el diseño de las nuevas vidrieras de la catedral que se instalan en 1991. En 2004 dona más de quinientas obras al Museo Reina Sofía de Madrid, y en diciembre de 2005 la iglesia de San Pablo, en Cuenca, frente a las Casas Colgadas, se convierte en el Espacio Torner, con cuarenta esculturas y pinturas suyas. Asesor de la Fundación Juan March, desde 1993 miembro de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, y desde 2002 doctor Honoris Causa por la Universidad de Castilla-La Mancha.En 1987 el gobierno español le concede la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes y en 1992 es nombrado miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

No existe un sistema apriorístico que fije de antemano el qué, el cómo y el porqué de lo que va a acontecer. Muy al contrario, en ella prevalece una disposición constante frente a posibles revelaciones. Con ese espíritu ingresa el artista en el Museo del Prado, dispuesto a mirar, expectante por lo que allí pueda ocurrir, en busca de la revelación. Revelación que en este caso se materializa en estos grabados, inspirados tanto en las obras del Museo del Prado como en el poema de san Juan de la Cruz La noche oscura, cuyos primeros y últimos versos llevan por título.